miércoles, 14 de septiembre de 2011

Primer día de clases



Es la primera vez que se enfrenta a un lugar desconocido y lleno de extraños. Está angustiado, y nosotros también. En un solo día pasará del confortable hogar que conoce a la perfección, a un mundo totalmente nuevo. En nuestras manos está ayudarle a adaptarse a la nueva situación. Tarde o temprano tenía que llegar así que, ante todo, mucha calma.


Quedan pocos días para el inicio del curso escolar. Será el primer día de clase para nuestro hijo y eso nos llena de dudas: ¿Llorará? ¿Le cuidarán bien? ¿Nos echará de menos? ¿Hacemos bien en llevarle con lo pequeño que es?... Por una parte, pensamos que sería mejor que estuviese en casa y esperar a que crezca un poco más. Pero, por otra, sabemos que en la nueva escuela conocerá a nuevos amigos y amigas, aprenderá mucho y madurará. Aunque... ¿Y si no se adapta?

Nuestro hijo ha crecido en un lugar concreto y con unas personas que conoce a la perfección. Tiene objetos y juguetes a su alrededor que ha explorado e investigado, a pesar de algunos regaños cuando tocaba algo que no debía. Este es su ambiente y le da la seguridad que necesita.

La escuela es todo lo contrario. Es un lugar desconocido y lleno de extraños. Además, ya no tiene al alcance aquellos objetos que conoce tan bien. Podría decirse que para nuestro hijo es un cambio radical: ha pasado de la seguridad del hogar a la inseguridad que le provoca aquel lugar desconocido. Y, por si fuera poco, él debe quedarse allí mientras nosotros nos marchamos.

Nuestro hijo no puede explicar sus angustias e inseguridades con palabras. Sin embargo, nos da pistas a través de todo aquello que sabe hacer: dormir, comer, llorar…

Es aún muy pequeño para comprender que, aunque le dejemos en la escuela, volveremos a buscarle. Todavía no sabe como funciona el tiempo y por eso necesita que su vida sea pautada, con los menores cambios posibles. Sólo así puede anticipar lo que va a pasar:ahora toca comer, ahora toca dormir, ahora dan esos dibujos que tanto me gustan... Y, de repente, todo cambia: ya no hay dibujos, todos son extraños, ¿quién es esa señora que habla con mis padres?.. Y sobre todo: ¿por qué se marchan mis padres y me dejan aquí?. El miedo a sentirse abandonado, a separarse de nosotros que le ofrecemos seguridad y a que no volvamos a buscarle es lo más duro para nuestro hijo.

Para evitar este cambio tan brusco, sería conveniente que:
- Nuestro hijo conociera la escuela antes del primer día. Podríamos llevarles con nosotros el día que visitemos el centro. De este modo, podría pasear por las instalaciones y, si es posible, ver por primera vez la que será su aula. Le explicaremos que, en breve, ese será un lugar donde encontrará muchos amigos con los que jugar y donde aprenderá muchas cosas y lo pasará muy bien.

- El primer día debemos procurar no mostrarnos angustiados. Aunque no lo parezca, nuestro hijo, por pequeño que sea, notará que algo ocurre y se pondrá nervioso. Al despedirnos, es muy importante no hacer caso de los posibles lloros. Si nuestro hijo ve que con un llanto nos puede retener, la conducta se repetirá a diario. Tenemos que despedirnos con naturalidad, diciéndole que después le recogeremos o simplemente demostrando que nos marchamos tranquilos y confiados.

- Los días siguientes debemos mostrar la misma actitud tranquila del primer día. Es importante mantener una estrecha relación con la educadora. Le explicaremos todo aquello que ha cambiado en nuestro hijo, ya sean problemas de sueño, alimentación, conducta, etc., así como nuestras propias dudas y miedos. La maestra nos informará sobre los avances y dificultades de nuestro hijo y le ayudará desde la escuela a que se sienta feliz, en otras palabras: le ayudará a que se adapte.

Por mucho que retrasemos el inicio de la escolarización, no vamos a evitar que nuestro hijo (y nosotros) pase por este momento. El adaptarse a otros lugares y a otras personas es algo que, como seres humanos, tendremos que hacer en repetidas ocasiones durante toda nuestra vida y siempre tendrá que haber una primera vez aunque ésta sea la más dura.

Como padres no somos espectadores pasivos de este cambio tan importante para nuestro hijo. Nos preocupamos por su bienestar y desearíamos hacerle pasar por esta nueva experiencia de forma que no sufra. Ayudarle a acomodarse a la nueva situación es la clave para una buena adaptación.

Sonia Martínez García
Psicóloga y educadora infantil
Fuente: http://www.guiamamaybebe.com

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