martes, 30 de abril de 2013

Tu bebé recién nacido tiene granitos de color blanco en la nariz y en las mejillas. ¿Qué son?


Mi bebé recién nacido tiene granitos de color blanco en la nariz y en las mejillas. ¿Qué son?

Esos granitos se conocen como acné miliar. Son inofensivos y muy comunes. Alrededor del 40 por ciento de los bebés recién nacidos los tienen, y suelen generalmente aparecer en las mejillas, la nariz o el mentón. Algunos bebés tienen sólo algunos y otros, muchos. 

Copyright © de la foto Scott Camazine/Photo Researchers, Inc.
Puede que te resulte molesto ver la hermosa piel de tu bebé cubierta con esos granitos pero no son dolorosos ni contagiosos. Y se irán sin ningún tratamiento en dos o tres semanas. 

Puede que encuentres protuberancias similares en sus encías o paladar. Son las llamadas perlas de Epstein y son también inofensivas.

¿Cuál es la causa del acné miliar?

El acné miliar ocurre cuando queda atrapada piel muerta en unas bolsitas diminutas (folículos) que se encuentran cerca de la superficie de la piel. Cuando la superficie del acné se desprende, la piel muerta se cae y el acné desaparece. 

¿Qué puedo hacer para ayudar a que desaparezca?

No necesitas hacer nada en absoluto. El acné se irá por sí solo, sin ningún tratamiento, en algunas semanas, aunque también podría durar uno o dos meses. 

Los médicos recomiendan no poner ninguna crema o pomada sobre el acné miliar. Y no trates de reventar los granitos para que se vayan más rápido: podrías dejarle una marca o cicatriz. Lavar y refregar con fuerza tampoco es buena idea: no servirá para nada y podría irritar la sensible piel de tu bebé. 

Trata de ser paciente. Tu niño volverá pronto a tener el cutis suave como todo bebé sano. 

¿El hecho de que mi bebé tenga ahora acné miliar significa que tendrá acné cuando crezca?

No, tu bebé no está predestinado a tener acné. Se cree que las características genéticas constituyen un factor pronóstico del acné. Si tú o tu pareja tuvieron acné en la adolescencia o en la edad adulta, es más probable que tu niño lo tenga cuando llegue a la adolescente


Fuente: http://espanol.babycenter.com

jueves, 18 de abril de 2013

Juega con las letras de Melody


Juega con Melody.
Imprime las letras y arma palabras con tu bebé. Aprendan juntos el significado de las palabras. 
Prueba armando su nombre, el nombre de familiares y de objetos conocidos por él




miércoles, 10 de abril de 2013

Un regalo para Alana. La historia de cómo una madre amamantó a su hija por un sólo seno

Gracias al twitter conocimos a Carla Candia @agobiosdemadre y le pedimos compartir esta historia de amor y sacrificio, Aquí se la dejamos:

Un regalo para Alana: la historia de cómo amamanté a mi hija por un sólo seno


Alana no tenía ni una semana de vida y el temor que sentía aún antes de que naciera se hacía realidad: mi hija no se pegaba de mi pecho izquierdo. Me la ponía, insistía, ella intentaba, no podía, se desesperaba, lloraba ella y lloraba yo. “¿No iba a ser capaz de amamantarla exclusivamente, tal como lo había hecho mi abuela con sus seis hijos y mi madre conmigo, tal como lo había soñado yo? ¿No podría darle el mejor regalo que se le puede dar a un recién nacido?” me preguntaba mientras me sentía preocupada y abatida.
Cuando tenía 17 años me habían practicado una mamoplastia reductora pues uno de mis senos era considerablemente más grande que el otro y me estaba causando problemas de columna. En aquél momento, por supuesto, no se me cruzó por la mente que eso podría comprometer la lactancia materna hasta que mi consultora, al verme los senos, me lo hizo saber: sí, mi pezón plano e invertido en el seno izquierdo podría ser un obstáculo pero el verdadero inconveniente se presentaría si durante la cirugía habían cortado los ductos lactíferos. Si esto había sido así, entonces, mi producción de leche seguramente estaba siendo afectada. La recomendación de la consultora: concentrarme en darle por el seno derecho a libre demanda y cada vez que ella se dejara, intentar, sutilmente, con el otro. 
Así lo hice. Al comienzo, Alana tenía hambre más o menos cada hora y media y si estaba despierta era porque probablemente estaba comiendo. Cada vez que lloraba yo le ofrecía el pecho. Lucía bien, producía suficientes pañales mojados y sucios y no había razón ninguna para complementar.
Al final de la primera semana todo parecía estar encaminado. Estaba entusiasmada pero un malestar no me dejaba disfrutar de mi pequeño gran logro: tenía escalofríos y estaba caliente. “¿Sería la bajada de la leche?, pero tantos días después, qué raro”, pensé. Una fiebre de más de 41 grados,  un enrojecimiento en el seno y una llamada a mi obstetra me confirmaron lo que ya sospechaba: mastitis (inflamación de la glándula mamaria). La primera de cuatro que me dieron. A pesar del dolor y el malestar, decidí que no iba a parar de amamantarla. Además de mantener viva una tradición familiar, me impulsaba una razón mucho más poderosa: mi esposo y yo somos altamente alérgicos y asmáticos y sabíamos que la lactancia materna, entre innumerables beneficios, ayuda a prevenir alergias.
Superadas las mastitis, la lactancia siguió con relativa normalidad. Sin embargo, por más que insistía, después de dos meses, Alana todavía no se pegaba del pecho izquierdo y cada vez que intentaba usar el extractor apenas salían gotas. Luego de conversar con la consultora decidí que no insistiría más. Amamantaría a mi hija con un solo seno. ¿Si tal como me había dicho ella, mujeres que habían perdido un seno a causa de cáncer lo hacían, por qué no iba  a poder yo?
Aunque aumentaba de peso correctamente, la frecuencia con la que comía y la irritabilidad que a veces mostraba me preocupaban. Sabía que los primeros seis meses de vida la lactancia debía ser exclusiva y a demanda pero en numerosas ocasiones Alana pasaba hasta ocho horas pegada a mi pecho (incluso cuando se suponía que no estaba atravesando por un salto de crecimiento) ¿Estaría pasando hambre? ¿Estaría produciendo yo lo suficiente? Ante mi inquietud, el pediatra había usado la siguiente analogía: “¿Si tú quieres ir de Caracas a Puerto La Cruz con un cuarto de tanque de gasolina, qué es lo que va a pasar? Vas a tener que pararte cada cierto tiempo a llenar el tanque. Igual pasa contigo, la bebé te va a pedir más seguido”. La consultora me había asegurado que al no dar por uno, el otro supliría la demanda pero el mastólogo me había dicho que mujeres en situaciones similares a la mía habían tenido que complementar.
La fórmula no era lo que quería para mi hija, el pensamiento de no darle “el mejor alimento” me atormentaba, pero la idea de que pasara hambre me destrozaba. Decidí entonces probar con  una fórmula anti-alérgica e hidrolizada. ¿Qué eran cuatro onzas al día si el resto del tiempo se alimentaba de mi leche?
Lograr que aceptara la fórmula fue una batalla pero al cabo de un mes lo hacía sin problema. Fue ahí cuando empecé a notar que Alana “buchaba” con mayor frecuencia, hasta 12 veces en un día. El pediatra me recomendó que visitara un gastroenterólogo y éste me cambió la fórmula. Dos horas después de tomarse cuatro onzas Alana vomitó como la protagonista de El Exorcista. Al consultar nuevamente al gastroenterólogo me recomendó que volviera a la fórmula de antes, a la que le provocaba mini vómitos durante todo el día. En ese momento paré. Algo estaba mal, o mejor dicho, todo estaba mal. No tengo nada en contra de complementar con fórmula, pero evidentemente no estaba funcionando para nosotras.
Decidí que volvería a la lactancia exclusiva, sin importar el tiempo que me tomara o que no hiciera nada más en el día.  Me relajé, me olvidé de horarios, me olvidé de si estaría produciendo 12 onzas, 20 o 40. No era una carrera. Nadie llevaba la cuenta. Lo único que importaba era que Alana creciera sana. Así que dejé de pensar y confié en mí, en mi cuerpo, en ella. Me concentré en verla, en admirarla, en escuchar sus necesidades. En esas horas en las que parecía que la amantaba eternamente aprendí más de ella que en cualquier otro momento, aprendí a leer su rostro, sus gestos, a entender sus suspiros, sus gemidos, sus llantos, me aprendí el ritmo de los latidos de su corazón y como sonaban cuando estaban junto al mío. Entonces, algo más pasó, Alana dejó de estar irritable, dejó de pasar el día pegada a mi pecho y empezó a comer con una frecuencia que resultaba cómoda para las dos. Juntas llegamos a ocho meses de lactancia (seis “casi” exclusiva). Ahora que ya tiene 1 año y la veo fuerte y feliz sé que el regalo me lo dio ella a mí.

Carla Candia Casado

Twitter @agobiosdemadre
Email: agobiosdemadre@gmail.com



lunes, 1 de abril de 2013

Cómo quitar al bebé mocos y flemas


Si el pediatra te dice que tu bebé está sano, no te agobies porque tenga mocos y flemas cada dos por tres. Pero, eso sí, aprende a quitarle estas mucosidades para que pueda respirar mejor y se sienta más cómodo.


Los bebés de pocos meses tienen mocos y flemas a menudo, incluso aunque no estén constipados. Las mucosidades son un eficaz mecanismo de defensa para su organismo, que está empezando a fortalecerse frente a los virus: limpian las vías aéreas de gérmenes (salen hacia afuera adheridos a ellas) y evitan que proliferen.

Ahora bien, a pesar de su importante misión, cuando la mucosidad es excesiva el niño está muy incómodo, y si se prolonga durante mucho tiempo puede producirle otitis (es la dolorosa inflamación del oído medio). Por eso conviene erradicarla cuando antes.

AGUA Y AMBIENTE HÚMEDO
Curiosamente, los pediatras actuales no son partidarios de recetar mucolíticos a los bebés, porque aunque disuelven la mucosidad, favoreciendo su expulsión, incrementan la secreción de moco, estableciendo así un círculo vicioso muy difícil de romper. Además, medicar al bebé cada vez que tenga mocos o flemas (casi continuamente) puede ser más nocivo para él que tener mucosidades.
En realidad, las mejores “medicinas” contra las mucosidades son...

El agua. Intenta que tu hijo beba mucha, porque el líquido ayuda a disolver y a movilizar los mocos.
Un ambiente húmedo. Evita llevarle a lugares cargados de humo y en casa procúrale un ambiente húmedo. Para ello, coloca en su cuarto un vaporizador eléctrico, recipientes llenos de agua o un humidificador. En este caso tendrás que lavarlo todos los días para evitar la formación de hongos, ya que sus esporas son nocivas para la respiración. Y no eches plantas o esencias en el agua, podrían irritar sus vías respiratorias y empeorar las cosas.
Además de tener en cuenta estos consejos, para que tu hijo pueda respirar mejor debes despejarle la nariz y la garganta de mucosidades (mira los aspiradores para quitar mocos y flemas al bebé). Hazlo así:

Nariz. Límpiale los mocos que tenga por fuera con un pañuelo muy suave, para evitar irritaciones, y lávale la nariz a menudo con suero fisiológico nasal. Túmbale de lado, para que no se trague las mucosidades, y aplícale el suero en una de las fosas nasales, mientras le presionas la otra ligeramente. Después, repite la operación en el otro orificio. Las peras de farmacia y los nebulizadores de agua marina también ayudan a despejar la nariz de los bebés. Si optas por la pera, no la emplees más de dos veces al día, para no irritar las mucosas a tu hijo.
Garganta. Los niños tan pequeños no saben expectorar: al toser, las flemas se les quedan en la boca y se las vuelven a tragar. Por eso, cuando tu hijo tosa, debes ayudarle a expulsarlas. No se las quites con el dedo, porque puedes arañarle el paladar. Enróllate una gasita estéril en el dedo índice y, sujetándola bien con el pulgar, métesela en la boca. La flema se pegará a la gasa y te será más fácil quitársela.

NO HAY QUE FORZARLE A COMER
La congestión nasal y las flemas, que son muy indigestas, pueden causar inapetencia, náuseas y vómitos a tu hijo. Ármate de paciencia, no le fuerces a comer (si lo haces, es seguro que acabará devolviendo) y, en lugar de ofrecerle cinco comidas a lo largo del día, acostúmbrate a darle siete u ocho, pero más pequeñas. De esta manera no tendrá sensación de ahogo ni sudará tanto al comer y le costará menos esfuerzo acabarse sus raciones.

Recuerda que estas líneas son sólo una guía para las madres, y no deben nunca suplir las recomendaciones de tu pediatra. 

Fuente: www.crecerfeliz.e