Un regalo para Alana: la historia de cómo amamanté a mi hija por un
sólo seno
Alana no tenía ni una semana de vida
y el temor que sentía aún antes de que naciera se hacía realidad: mi hija no se
pegaba de mi pecho izquierdo. Me la ponía, insistía, ella intentaba, no podía,
se desesperaba, lloraba ella y lloraba yo. “¿No iba a ser capaz de amamantarla
exclusivamente, tal como lo había hecho mi abuela con sus seis hijos y mi madre
conmigo, tal como lo había soñado yo? ¿No podría darle el mejor regalo que se
le puede dar a un recién nacido?” me preguntaba mientras me sentía preocupada y
abatida.
Cuando tenía 17 años me habían
practicado una mamoplastia reductora pues uno de mis senos era
considerablemente más grande que el otro y me estaba causando problemas de columna.
En aquél momento, por supuesto, no se me cruzó por la mente que eso podría
comprometer la lactancia materna hasta que mi consultora, al verme los senos,
me lo hizo saber: sí, mi pezón plano e invertido en el seno izquierdo podría ser
un obstáculo pero el verdadero inconveniente se presentaría si durante la
cirugía habían cortado los ductos lactíferos. Si esto había sido así, entonces,
mi producción de leche seguramente estaba siendo afectada. La recomendación de
la consultora: concentrarme en darle por el seno derecho a libre demanda y cada
vez que ella se dejara, intentar, sutilmente, con el otro.
Así lo hice. Al comienzo, Alana
tenía hambre más o menos cada hora y media y si estaba despierta era porque probablemente
estaba comiendo. Cada vez que lloraba yo le ofrecía el pecho. Lucía bien,
producía suficientes pañales mojados y sucios y no había razón ninguna para
complementar.
Al final de la primera semana
todo parecía estar encaminado. Estaba entusiasmada pero un malestar no me
dejaba disfrutar de mi pequeño gran logro: tenía escalofríos y estaba caliente.
“¿Sería la bajada de la leche?, pero tantos días después, qué raro”, pensé. Una
fiebre de más de 41 grados, un
enrojecimiento en el seno y una llamada a mi obstetra me confirmaron lo que ya
sospechaba: mastitis (inflamación de la glándula mamaria). La primera de cuatro
que me dieron. A pesar del dolor y el malestar, decidí que no iba a parar de
amamantarla. Además de mantener viva una tradición familiar, me impulsaba una
razón mucho más poderosa: mi esposo y yo somos altamente alérgicos y asmáticos
y sabíamos que la lactancia materna, entre innumerables beneficios, ayuda a prevenir
alergias.
Superadas las mastitis, la
lactancia siguió con relativa normalidad. Sin embargo, por más que insistía,
después de dos meses, Alana todavía no se pegaba del pecho izquierdo y cada vez
que intentaba usar el extractor apenas salían gotas. Luego de conversar con la
consultora decidí que no insistiría más. Amamantaría a mi hija con un solo
seno. ¿Si tal como me había dicho ella, mujeres que habían perdido un seno a
causa de cáncer lo hacían, por qué no iba
a poder yo?
Aunque aumentaba de peso
correctamente, la frecuencia con la que comía y la irritabilidad que a veces mostraba
me preocupaban. Sabía que los primeros seis meses de vida la lactancia debía
ser exclusiva y a demanda pero en numerosas ocasiones Alana pasaba hasta ocho
horas pegada a mi pecho (incluso cuando se suponía que no estaba atravesando por
un salto de crecimiento) ¿Estaría pasando hambre? ¿Estaría produciendo yo lo
suficiente? Ante mi inquietud, el pediatra había usado la siguiente analogía:
“¿Si tú quieres ir de Caracas a Puerto La Cruz con un cuarto de tanque de
gasolina, qué es lo que va a pasar? Vas a tener que pararte cada cierto tiempo
a llenar el tanque. Igual pasa contigo, la bebé te va a pedir más seguido”. La
consultora me había asegurado que al no dar por uno, el otro supliría la demanda
pero el mastólogo me había dicho que mujeres en situaciones similares a la mía
habían tenido que complementar.
La fórmula no era lo que quería
para mi hija, el pensamiento de no darle “el mejor alimento” me atormentaba, pero
la idea de que pasara hambre me destrozaba. Decidí entonces probar con una fórmula anti-alérgica e hidrolizada. ¿Qué
eran cuatro onzas al día si el resto del tiempo se alimentaba de mi leche?
Lograr que aceptara la fórmula fue
una batalla pero al cabo de un mes lo hacía sin problema. Fue ahí cuando empecé
a notar que Alana “buchaba” con mayor frecuencia, hasta 12 veces en un día. El
pediatra me recomendó que visitara un gastroenterólogo y éste me cambió la
fórmula. Dos horas después de tomarse cuatro onzas Alana vomitó como la protagonista
de El Exorcista. Al consultar
nuevamente al gastroenterólogo me recomendó que volviera a la fórmula de antes,
a la que le provocaba mini vómitos durante todo el día. En ese momento paré.
Algo estaba mal, o mejor dicho, todo estaba mal. No tengo nada en contra de
complementar con fórmula, pero evidentemente no estaba funcionando para
nosotras.
Decidí que volvería a la
lactancia exclusiva, sin importar el tiempo que me tomara o que no hiciera nada
más en el día. Me relajé, me olvidé de
horarios, me olvidé de si estaría produciendo 12 onzas, 20 o 40. No era una
carrera. Nadie llevaba la cuenta. Lo único que importaba era que Alana creciera
sana. Así que dejé de pensar y confié en mí, en mi cuerpo, en ella. Me
concentré en verla, en admirarla, en escuchar sus necesidades. En esas horas en
las que parecía que la amantaba eternamente aprendí más de ella que en
cualquier otro momento, aprendí a leer su rostro, sus gestos, a entender sus
suspiros, sus gemidos, sus llantos, me aprendí el ritmo de los latidos de su
corazón y como sonaban cuando estaban junto al mío. Entonces, algo más pasó,
Alana dejó de estar irritable, dejó de pasar el día pegada a mi pecho y empezó
a comer con una frecuencia que resultaba cómoda para las dos. Juntas llegamos a
ocho meses de lactancia (seis “casi” exclusiva). Ahora que ya tiene 1 año y la
veo fuerte y feliz sé que el regalo me lo dio ella a mí.
Carla Candia Casado
Twitter @agobiosdemadre
Email: agobiosdemadre@gmail.com
Queee hermosa historia!! es tanto lo que hacemos por nuestros hijos que nada es imposible. Mi bebe d 5 meses es puro pecho. Y no le gusta la formula le he cambiado 3 veces de leche y nada. Es super sanito
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