jueves, 16 de mayo de 2013
QUE HACER CON LOS BERRINCHES
QUE HACER CON LOS BERRINCHES
Los berrinches forman parte de tu vida cuando tienes un niño pequeño. Tu mejor defensa es evitar en la medida de lo posible aquellas situaciones que provoquen una rabieta. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero las siguientes sugerencias pueden ayudarte.
Es más probable que a tu hijo le dé una rabieta si está cansado o hambriento, así que procura dejar las salidas al supermercado o realizar cualquier diligencia para después de la comida y la siesta, y ten siempre a la mano un refrigerio.
La frustración también provoca berrinches. Si sabes que tu pequeño va a insistir en visitar la tienda de animales o a la juguetería cuando vayas al centro comercial, piénsatelo dos veces, si decides ir ten la previsión de escoger la ruta para llegar al lugar a donde vas de forma de no pasar cerca de estos establecimientos. Esto no es someterte a tu hijo, sino predecir cómo reaccionará y sopesar las posibles consecuencias y las alternativas.
Claro que evitar un berrinche no siempre es posible. Una vez que comienza la rabieta, es difícil razonar con tu hijo. Si encuentras embarazoso un berrinche en público, lo mejor es que te vayas del lugar. Si te enojas o lo castigas, eso no mejorará la situación y solo hará que te disgustes aún más. Recuerda que lo mejor que puedes hacer es mantener la calma.
Irte del lugar ayuda a todos, incluso si significa que tendrás que ir más tarde a la tienda para terminar de hacer la compra. Si no puedes marcharte del lugar, procura alejarte un poco. En lugar de permitir que tenga una rabieta en la sala de espera del dentista, por ejemplo, al menos sal al pasillo o al estacionamiento.
Cuando se le pase el berrinche, tu hijo necesitará que lo abraces y le hagas sentir seguro, ya que perder el control puede asustarlo. Puedes abrazarlo pero no cambies las reglas después de un berrinche. Si le dijiste que era hora de irse del parque y respondió con una rabieta, sigue siendo hora de irse cuando se le pase el berrinche. Pero una vez que sabes lo intensos que son sus sentimientos, puedes reconocerlos y procurar hacer que la partida sea menos dolorosa, ofreciéndole leerle su cuento favorito cuando lleguen a casa.
Ten en cuenta que el berrinche de tu hijo no es asunto de nadie más que tuyo. Muchos niños de 3 o 4 años todavía tienen berrinches y algunos de ellos van a producirse en público. No significa que seas mala madre, sino que eres la madre de un niño pequeño.
Es posible que la gente se les quede mirando, pero es muy posible que simpaticen con ustedes, y no que sean críticos. Sin importar si te miran o no, recuerda que tu hijo no comprende tu vergüenza. Ten presente que tu hijo no hace berrinches en público para humillarte, así que trátalo de la misma manera que lo harías si el berrinche ocurriera en la casa. Ten en cuenta que la frecuencia de los berrinches disminuirá según tu hijo vaya madurando.
Dra. Gabriela Guerra Khliefat
Pediatra/ Alergologo/ Inmunologo
gabrielagk@hotmail.com
martes, 14 de mayo de 2013
martes, 7 de mayo de 2013
Ya no soy el único, ahora soy el hermano mayor
Ya
no soy el único, ahora soy el hermano mayor
A la llegada de un nuevo hermano, los niños reaccionan de diversas maneras. Algunos hacen un retroceso a comportamientos anteriores: se chupan el dedo, se orinan en la ropa, toman leche del biberón o hablan como niños más pequeños. Otros sugieren a la madre que se deshaga del nuevo bebé, lo lleve de nuevo al hospital o lo tire a la basura. Otros se retraen y dejan de jugar. En cambio, otros niños se sienten orgullosos de ser los "mayores", capaces de ir al baño y vestirse solos y ayudan a cuidar al bebé, y en algunos casos se pueden alternar dichos comportamientos y a veces verse combinados.
La mayor parte de los problemas de comportamiento de los hermanos mayores suele desaparecer cuando el bebé alcanza los ocho meses de edad, y en otras pudiera llegar cerca de las 2 años, cuando el nuevo bebe puede comunicarse mediante el habla.
No es raro que la llegada del nuevo hermano produzca un cambio en el modo en que la madre trata al hermano mayor. Puede que juegue menos con él o ella, le riña más, sea menos sensible a sus intereses e inicie menos conversaciones, ya que ahora el nuevo bebe amerita mas cuidados. No obstante, en estos cambios influye también la personalidad del hijo. Si el niño toma la iniciativa y busca a su madre para charlar o jugar con ella, es probable que tenga menos problemas que si se retrae y aísla de ella.
Puede servir de ayuda explicar al niño que va a tener un nuevo hermano y hablar con él o ella sobre el tema, de modo que pueda ir haciéndose a la idea. También es aconsejable ir haciendo algunos cambios en la vida del niño antes de la llegada del nuevo hermano, como llevarlo a la guardería o trasladarlo a otra habitación.
Es importante que los padres acepten la ansiedad y los celos como algo normal a la vez que protegen al nuevo bebé de las posibles expresiones peligrosas de esos sentimientos. Pueden animar al niño a ayudarlos con el bebé o a jugar con él.
Por último, los hermanos mayores se adaptan mejor a la llegada de su nuevo hermano cuando el padre les dedica atención y tiempo extra para compensar la mayor dedicación de la madre al recién nacido.
Por lo general, los hermanos suelen llevarse bien, y los más pequeños establecen un vínculo estrecho con los mayores, los prefieren como compañeros de juegos y se dirigen a ellos en busca de seguridad cuando aparece un extraño. Un niño de un año de edad pasa más tiempo con sus hermanos que con sus padres.
Dra. Gabriela Guerra Khliefat
Pediatría/ alergología-Inmunología
gabrielagk@hotmail.com
martes, 30 de abril de 2013
Tu bebé recién nacido tiene granitos de color blanco en la nariz y en las mejillas. ¿Qué son?
Mi bebé recién nacido tiene granitos de color blanco en la nariz y en las mejillas. ¿Qué son?
Esos granitos se conocen como acné miliar. Son inofensivos y muy comunes. Alrededor del 40 por ciento de los bebés recién nacidos los tienen, y suelen generalmente aparecer en las mejillas, la nariz o el mentón. Algunos bebés tienen sólo algunos y otros, muchos.
Puede que encuentres protuberancias similares en sus encías o paladar. Son las llamadas perlas de Epstein y son también inofensivas.
¿Cuál es la causa del acné miliar?
El acné miliar ocurre cuando queda atrapada piel muerta en unas bolsitas diminutas (folículos) que se encuentran cerca de la superficie de la piel. Cuando la superficie del acné se desprende, la piel muerta se cae y el acné desaparece.¿Qué puedo hacer para ayudar a que desaparezca?
No necesitas hacer nada en absoluto. El acné se irá por sí solo, sin ningún tratamiento, en algunas semanas, aunque también podría durar uno o dos meses.Los médicos recomiendan no poner ninguna crema o pomada sobre el acné miliar. Y no trates de reventar los granitos para que se vayan más rápido: podrías dejarle una marca o cicatriz. Lavar y refregar con fuerza tampoco es buena idea: no servirá para nada y podría irritar la sensible piel de tu bebé.
Trata de ser paciente. Tu niño volverá pronto a tener el cutis suave como todo bebé sano.
¿El hecho de que mi bebé tenga ahora acné miliar significa que tendrá acné cuando crezca?
No, tu bebé no está predestinado a tener acné. Se cree que las características genéticas constituyen un factor pronóstico del acné. Si tú o tu pareja tuvieron acné en la adolescencia o en la edad adulta, es más probable que tu niño lo tenga cuando llegue a la adolescenteFuente: http://espanol.babycenter.com
jueves, 18 de abril de 2013
Juega con las letras de Melody
Juega con Melody.
Imprime las letras y arma palabras con tu bebé. Aprendan juntos el significado de las palabras.
Prueba armando su nombre, el nombre de familiares y de objetos conocidos por él.
miércoles, 10 de abril de 2013
Un regalo para Alana. La historia de cómo una madre amamantó a su hija por un sólo seno
Gracias al twitter conocimos a Carla Candia @agobiosdemadre y le pedimos compartir esta historia de amor y sacrificio, Aquí se la dejamos:
Cuando tenía 17 años me habían
practicado una mamoplastia reductora pues uno de mis senos era
considerablemente más grande que el otro y me estaba causando problemas de columna.
En aquél momento, por supuesto, no se me cruzó por la mente que eso podría
comprometer la lactancia materna hasta que mi consultora, al verme los senos,
me lo hizo saber: sí, mi pezón plano e invertido en el seno izquierdo podría ser
un obstáculo pero el verdadero inconveniente se presentaría si durante la
cirugía habían cortado los ductos lactíferos. Si esto había sido así, entonces,
mi producción de leche seguramente estaba siendo afectada. La recomendación de
la consultora: concentrarme en darle por el seno derecho a libre demanda y cada
vez que ella se dejara, intentar, sutilmente, con el otro.
Lograr que aceptara la fórmula fue
una batalla pero al cabo de un mes lo hacía sin problema. Fue ahí cuando empecé
a notar que Alana “buchaba” con mayor frecuencia, hasta 12 veces en un día. El
pediatra me recomendó que visitara un gastroenterólogo y éste me cambió la
fórmula. Dos horas después de tomarse cuatro onzas Alana vomitó como la protagonista
de El Exorcista. Al consultar
nuevamente al gastroenterólogo me recomendó que volviera a la fórmula de antes,
a la que le provocaba mini vómitos durante todo el día. En ese momento paré.
Algo estaba mal, o mejor dicho, todo estaba mal. No tengo nada en contra de
complementar con fórmula, pero evidentemente no estaba funcionando para
nosotras.
Un regalo para Alana: la historia de cómo amamanté a mi hija por un
sólo seno
Alana no tenía ni una semana de vida
y el temor que sentía aún antes de que naciera se hacía realidad: mi hija no se
pegaba de mi pecho izquierdo. Me la ponía, insistía, ella intentaba, no podía,
se desesperaba, lloraba ella y lloraba yo. “¿No iba a ser capaz de amamantarla
exclusivamente, tal como lo había hecho mi abuela con sus seis hijos y mi madre
conmigo, tal como lo había soñado yo? ¿No podría darle el mejor regalo que se
le puede dar a un recién nacido?” me preguntaba mientras me sentía preocupada y
abatida.

Así lo hice. Al comienzo, Alana
tenía hambre más o menos cada hora y media y si estaba despierta era porque probablemente
estaba comiendo. Cada vez que lloraba yo le ofrecía el pecho. Lucía bien,
producía suficientes pañales mojados y sucios y no había razón ninguna para
complementar.
Al final de la primera semana
todo parecía estar encaminado. Estaba entusiasmada pero un malestar no me
dejaba disfrutar de mi pequeño gran logro: tenía escalofríos y estaba caliente.
“¿Sería la bajada de la leche?, pero tantos días después, qué raro”, pensé. Una
fiebre de más de 41 grados, un
enrojecimiento en el seno y una llamada a mi obstetra me confirmaron lo que ya
sospechaba: mastitis (inflamación de la glándula mamaria). La primera de cuatro
que me dieron. A pesar del dolor y el malestar, decidí que no iba a parar de
amamantarla. Además de mantener viva una tradición familiar, me impulsaba una
razón mucho más poderosa: mi esposo y yo somos altamente alérgicos y asmáticos
y sabíamos que la lactancia materna, entre innumerables beneficios, ayuda a prevenir
alergias.
Superadas las mastitis, la
lactancia siguió con relativa normalidad. Sin embargo, por más que insistía,
después de dos meses, Alana todavía no se pegaba del pecho izquierdo y cada vez
que intentaba usar el extractor apenas salían gotas. Luego de conversar con la
consultora decidí que no insistiría más. Amamantaría a mi hija con un solo
seno. ¿Si tal como me había dicho ella, mujeres que habían perdido un seno a
causa de cáncer lo hacían, por qué no iba
a poder yo?
Aunque aumentaba de peso
correctamente, la frecuencia con la que comía y la irritabilidad que a veces mostraba
me preocupaban. Sabía que los primeros seis meses de vida la lactancia debía
ser exclusiva y a demanda pero en numerosas ocasiones Alana pasaba hasta ocho
horas pegada a mi pecho (incluso cuando se suponía que no estaba atravesando por
un salto de crecimiento) ¿Estaría pasando hambre? ¿Estaría produciendo yo lo
suficiente? Ante mi inquietud, el pediatra había usado la siguiente analogía:
“¿Si tú quieres ir de Caracas a Puerto La Cruz con un cuarto de tanque de
gasolina, qué es lo que va a pasar? Vas a tener que pararte cada cierto tiempo
a llenar el tanque. Igual pasa contigo, la bebé te va a pedir más seguido”. La
consultora me había asegurado que al no dar por uno, el otro supliría la demanda
pero el mastólogo me había dicho que mujeres en situaciones similares a la mía
habían tenido que complementar.
La fórmula no era lo que quería
para mi hija, el pensamiento de no darle “el mejor alimento” me atormentaba, pero
la idea de que pasara hambre me destrozaba. Decidí entonces probar con una fórmula anti-alérgica e hidrolizada. ¿Qué
eran cuatro onzas al día si el resto del tiempo se alimentaba de mi leche?

Decidí que volvería a la
lactancia exclusiva, sin importar el tiempo que me tomara o que no hiciera nada
más en el día. Me relajé, me olvidé de
horarios, me olvidé de si estaría produciendo 12 onzas, 20 o 40. No era una
carrera. Nadie llevaba la cuenta. Lo único que importaba era que Alana creciera
sana. Así que dejé de pensar y confié en mí, en mi cuerpo, en ella. Me
concentré en verla, en admirarla, en escuchar sus necesidades. En esas horas en
las que parecía que la amantaba eternamente aprendí más de ella que en
cualquier otro momento, aprendí a leer su rostro, sus gestos, a entender sus
suspiros, sus gemidos, sus llantos, me aprendí el ritmo de los latidos de su
corazón y como sonaban cuando estaban junto al mío. Entonces, algo más pasó,
Alana dejó de estar irritable, dejó de pasar el día pegada a mi pecho y empezó
a comer con una frecuencia que resultaba cómoda para las dos. Juntas llegamos a
ocho meses de lactancia (seis “casi” exclusiva). Ahora que ya tiene 1 año y la
veo fuerte y feliz sé que el regalo me lo dio ella a mí.
Carla Candia Casado
Twitter @agobiosdemadre
Email: agobiosdemadre@gmail.com
lunes, 1 de abril de 2013
Cómo quitar al bebé mocos y flemas
Si el pediatra te dice que tu bebé está sano, no te agobies porque tenga mocos y flemas cada dos por tres. Pero, eso sí, aprende a quitarle estas mucosidades para que pueda respirar mejor y se sienta más cómodo.
Los bebés de pocos meses tienen mocos y flemas a menudo, incluso aunque no estén constipados. Las mucosidades son un eficaz mecanismo de defensa para su organismo, que está empezando a fortalecerse frente a los virus: limpian las vías aéreas de gérmenes (salen hacia afuera adheridos a ellas) y evitan que proliferen.
Ahora bien, a pesar de su importante misión, cuando la mucosidad es excesiva el niño está muy incómodo, y si se prolonga durante mucho tiempo puede producirle otitis (es la dolorosa inflamación del oído medio). Por eso conviene erradicarla cuando antes.
AGUA Y AMBIENTE HÚMEDO
Curiosamente, los pediatras actuales no son partidarios de recetar mucolíticos a los bebés, porque aunque disuelven la mucosidad, favoreciendo su expulsión, incrementan la secreción de moco, estableciendo así un círculo vicioso muy difícil de romper. Además, medicar al bebé cada vez que tenga mocos o flemas (casi continuamente) puede ser más nocivo para él que tener mucosidades.
En realidad, las mejores “medicinas” contra las mucosidades son...
El agua. Intenta que tu hijo beba mucha, porque el líquido ayuda a disolver y a movilizar los mocos.
Un ambiente húmedo. Evita llevarle a lugares cargados de humo y en casa procúrale un ambiente húmedo. Para ello, coloca en su cuarto un vaporizador eléctrico, recipientes llenos de agua o un humidificador. En este caso tendrás que lavarlo todos los días para evitar la formación de hongos, ya que sus esporas son nocivas para la respiración. Y no eches plantas o esencias en el agua, podrían irritar sus vías respiratorias y empeorar las cosas.
Además de tener en cuenta estos consejos, para que tu hijo pueda respirar mejor debes despejarle la nariz y la garganta de mucosidades (mira los aspiradores para quitar mocos y flemas al bebé). Hazlo así:
Nariz. Límpiale los mocos que tenga por fuera con un pañuelo muy suave, para evitar irritaciones, y lávale la nariz a menudo con suero fisiológico nasal. Túmbale de lado, para que no se trague las mucosidades, y aplícale el suero en una de las fosas nasales, mientras le presionas la otra ligeramente. Después, repite la operación en el otro orificio. Las peras de farmacia y los nebulizadores de agua marina también ayudan a despejar la nariz de los bebés. Si optas por la pera, no la emplees más de dos veces al día, para no irritar las mucosas a tu hijo.
Garganta. Los niños tan pequeños no saben expectorar: al toser, las flemas se les quedan en la boca y se las vuelven a tragar. Por eso, cuando tu hijo tosa, debes ayudarle a expulsarlas. No se las quites con el dedo, porque puedes arañarle el paladar. Enróllate una gasita estéril en el dedo índice y, sujetándola bien con el pulgar, métesela en la boca. La flema se pegará a la gasa y te será más fácil quitársela.
NO HAY QUE FORZARLE A COMER
La congestión nasal y las flemas, que son muy indigestas, pueden causar inapetencia, náuseas y vómitos a tu hijo. Ármate de paciencia, no le fuerces a comer (si lo haces, es seguro que acabará devolviendo) y, en lugar de ofrecerle cinco comidas a lo largo del día, acostúmbrate a darle siete u ocho, pero más pequeñas. De esta manera no tendrá sensación de ahogo ni sudará tanto al comer y le costará menos esfuerzo acabarse sus raciones.
Recuerda que estas líneas son sólo una guía para las madres, y no deben nunca suplir las recomendaciones de tu pediatra.
Fuente: www.crecerfeliz.e
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